¿Cómo se manifiestan las emociones en el cuerpo?
“Las emociones generan una respuesta fisiológica, cambios en cómo está operando el cuerpo: cambios en la irrigación sanguínea, el ritmo cardiaco, la apertura de nuestras pupilas, la tensión en los músculos, la secreción de diferentes hormonas, entre muchas otras.”
Las emociones son estados afectivos que todos los seres humanos experimentamos; son reacciones subjetivas que vienen acompañadas de cambios fisiológicos y que nos guían cuando se trata de enfrentar momentos difíciles y tareas demasiado importantes para dejarlas sólo en manos del intelecto: los peligros, las pérdidas dolorosas, la persistencia hacia una meta a pesar de los fracasos, los vínculos con un compañero, la formación de una familia, etc.
También, cuando se trata de tomar y dar forma a nuestras decisiones y a nuestras acciones, las emociones cuentan tanto como el pensamiento, y en muchas ocasiones más.
Nuestras emociones, bien ejercidas, son sabias, pues guían nuestro pensamiento, nuestros valores, nuestra subsistencia. Sin embargo, es fácil que lo hagan mal, y a menudo es así. Según Aristóteles, el problema no está en la emocionalidad sino en la convivencia de la emoción y su expresión, lo que en la actualidad se conoce como regulación emocional.
“Cualquiera puede ponerse furioso… eso es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto, de la forma correcta… eso no es fácil. – Aristóteles
La regulación emocional es la capacidad para manejar las emociones de forma apropiada, favorece el desempeño social efectivo y adecuado; las personas que no son capaces de regular sus emociones son más propensas a desarrollar trastornos psicológicos.
Para desarrollar la capacidad de regulación emocional es necesario poner atención a cómo reacciona nuestro cuerpo ante una emoción. Con nuevos métodos para explorar el cuerpo y el cerebro, los investigadores están descubriendo más detalles fisiológicos acerca de cómo cada emoción prepara al organismo para una clase distinta de respuesta:
- La ira: se ve en el cuerpo un aumento excesivo de la activación y una preparación para la acción, la sangre fluye a las manos, por lo que resulta más fácil tomar un arma o golpear a alguien. Aumenta la actividad cardiaca, el tono muscular y la amplitud respiratoria. También, se presenta un aumento significativo de la adrenalina en sangre, que a su vez aumentará la tensión cognitiva.
- El miedo: se presenta una elevación rápida de la activación y una preparación rápida para la huida, es decir, la sangre va a los músculos esqueléticos grandes (las piernas). La actividad cardiaca se dispara y la actividad respiratoria se acelera, produciendo una respiración superficial e irregular, el rostro queda pálido debido a que la sangre deja de circular por él. Los circuitos de los centros emocionales del cerebro desencadenan un torrente de hormonas que pone al organismo en alerta en general, haciendo que se prepare para la acción.
- La alegría: sensación de tranquilidad, buena disposición y entusiasmo para cualquier tarea que se presente y para esforzarse por conseguir una gran variedad de objetivos. Aumenta la tasa cardiaca y el ritmo respiratorio; además, en la química cerebral hay una mayor liberación de endorfinas y dopamina.
- La sorpresa: se genera un mayor alcance visual y también que llegue más luz a la retina, hay una desaceleración de la frecuencia cardiaca y un aumento en el tono muscular y la amplitud respiratoria. Aparece un tono de voz alto.
- El disgusto (asco): aparición de diversos malestares gastrointestinales acompañados de náuseas, se generar tensión muscular y un intento primordial de bloquear las fosas nasales para evitar un olor nocivo.
- La tristeza: baja el nivel de actividad, es decir, se produce una caída de la energía con el objetivo de economizar recursos y evitar que hagamos esfuerzos innecesarios.
Cabe mencionar que estas reacciones fisiológicas que conducen a la acción están moldeadas también por nuestra experiencia de la vida y nuestra cultura. Es por esta razón que la infancia y la adolescencia son etapas críticas de oportunidad para establecer hábitos emocionales esenciales.
Psic. Beatriz Botello Estrada
CDMX, México
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